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PARÍS-MADRID 1903. LA CARRERA QUE CASI ACABA CON EL AUTOMOVILISMO
23/01/2025Durante finales del Siglo XIX y principios del XX se puso mucho énfasis en el desarrollo de automóviles que batiesen récords de velocidad en tierra para ver quién tenía el automóvil más veloz del mundo. Ya hemos abordado este tema en anteriores posts de nuestro blog, como fue el caso de la Jamais Contente del belga Camile Jenatzy. Sin embargo, merece la pena contar la historia de uno de los récords de velocidad que se batieron durante el año 1902. Concretamente el del francés Léon Serpollet y su curioso vehículo de vapor con el que os damos la pista de su nombre con el título del post. Vamos a abordar en el post histórico de la semana, la historia Léon Serpollet, su dedicación al mundo del automóvil y el episodio más importante de su vida, la del récord de velocidad en tierra batido con su “huevo de pascua con ruedas”.
¿QUIÉN FUE LÉON SERPOLLET?
Como siempre, empezamos con los datos biográficos del protagonista de nuestro post. En este caso de Léon Serpollet. Nacido el 4 de octubre de 1858 en la localidad francesa de Culoz, Léon Emmanuel Serpollet, fue un industrial francés, y pionero del automóvil que pasó a la historia por ser el primer constructor de un vehículo de carretera construido industrialmente con un motor de vapor.

Procedente de un pequeño grupo de artesanos carpinteros del Ain, contribuyó en la década de los 80 del Siglo XIX al desarrollo del primer generador de vapor instantáneo, que fue inventado por su hermano mayor Henri (1848-1915) y que fue patentado en 1881. León conoció al industrial Larsonneau, un socio entusiasta, que le ayudó a fundar en 1886 la fábrica de motores “Serpollet brothers and Co” y a abrir talleres en la calle des Cloys en París. Con estos cimientos puestos en su trayectoria profesional, Léon pudo emprender la construcción de un automóvil en 1888, un triciclo a vapor Serpollet, que fue el primer vehículo industrial de vapor de la historia del automóvil. El coche fue todo un éxito al ser numerosos sus pedidos.

En el año 1891, Serpollet y Avezard Jr. hicieron historia al obtener un permiso de circulación en París, con la condición de que condujeran siempre por debajo de los 16 km/h. Este documento es una auténtica reliquia de la historia de la humanidad, ya que es considerado, en términos burocráticos y jurídicos, como el primer permiso de circulación de la historia de Francia y, posiblemente del mundo.

Su enfoque en la creación de motores propulsados por vapor se basaba en el uso de calderas de alta presión, que permitían que los motores fueran más ligeros y potentes en comparación con los tradicionales. Esto lo llevó a seguir diseñando futuros vehículos que combinaban la tecnología de vapor con un enfoque en la velocidad y el rendimiento. Sumado a todo esto, tenemos que tener en cuenta también el contexto de la época sobre el mundo del motor en términos de competición.
A principios del siglo XX, el automovilismo estaba en sus primeras etapas de desarrollo. Los vehículos de motor de combustión interna estaban comenzando a ganar popularidad, y aparte de las carreras, los récords de velocidad se convertían en un tipo de espectáculo cada vez más común. La competencia entre fabricantes y pilotos era feroz, y cada nuevo récord obtenido inspiraba a otros a superarlo. Esta combinación de factores provocó que Léon Serpollet se animara a intentar convertirse en el hombre más veloz del mundo a los mandos de un vehículo, lo que nos lleva al siguiente apartado de nuestra historia.
EL RÉCORD DE VELOCIDAD EN TIERRA DE 1902
Inspirado por el récord de velocidad de Camile Jenatzy de 1899, que todavía seguía vigente en 1902, Léon Serpollet se animó a intentar batir el récord de velocidad en tierra en el Paseo de los Ingleses de la ciudad de Niza, en la Costa Azul. La cifra a superar era la de 105,88 km/h. Para superar dicha hazaña, la preparación para el intento de récord fue muy meticulosa. Serpollet y su equipo trabajaron incansablemente para optimizar un vehículo bastante curioso que fue creado expresamente para este evento.

La máquina que utilizó Serpollet era un vehículo de motor a vapor. Su diseño incluía un chasis ligero y una carrocería muy aerodinámica, lo que ayudaba a reducir la resistencia al viento y aumentar la velocidad máxima. El motor a vapor de alta presión proporcionaba la potencia necesaria para lograr este hito. Lo más peculiar de su coche era la forma, su color y, sobre todo, el apodo que le dieron a raíz de esto. El coche fue apodado cariñosamente como l’Oeuf de Pâques, o Huevo de Pascua en francés. Se realizaron pruebas previas para asegurarse de que todo funcionara correctamente, y se ajustaron los parámetros del motor y del chasis para maximizar el rendimiento.

El evento atrajo a una cantidad de público considerable, incluidos entusiastas del automovilismo, periodistas y otros competidores. La atmósfera era electrizante, ya que el público esperaba ansiosamente por ver si Serpollet podría superar el récord de la Jamais Contente o no. Durante la celebración de la prueba, los espectadores quedaron impresionados por la velocidad a la que se desplazaba el vehículo, que era significativamente más rápida que la mayoría de los coches de la época. Finalmente, en ese 13 de abril de 1902, Léon Serpollet pasó a la historia por batir el récord de velocidad en tierra, al alcanzar los 120,8 km/h (75,1 mph), 15 km/h más que el anterior récord de Camille Jenatzy. Este logro hizo que aquel vehículo se convirtiese, literalmente, en el “Huevo de Pascua más rápido del mundo”.

CONSECUENCIAS DEL RÉCORD

El récord de Léon Serpollet tuvo un impacto profundo en la industria automotriz y en la percepción pública de los vehículos de motor a vapor. Al establecer un nuevo estándar de velocidad, Serpollet demostró que los vehículos de vapor podían competir con los automóviles de combustión interna en términos de rendimiento. Esto incentivó a otros fabricantes a explorar el potencial de los motores de vapor y a mejorar sus diseños. Los medios de comunicación de la época también desempeñaron un papel crucial en la difusión de su hazaña. Los reportajes y artículos sobre su récord también ayudaron a popularizar el automovilismo en la sociedad, atrayendo a nuevos aficionados y entusiastas. Este interés creciente por los vehículos de motor en general, condujo a un aumento en la producción de automóviles y a la expansión de la infraestructura relacionada, como carreteras y estaciones de servicio.
El logro de Serpollet también contribuyó a la popularización de los eventos de récord de velocidad, lo que impulsó el desarrollo de vehículos más rápidos y eficientes. Los ingenieros y diseñadores de automóviles comenzaron a centrarse más en la aerodinámica y el peso, buscando maneras de mejorar el rendimiento general de sus vehículos. Este récord sirvió de inspiración para muchas personas, ya que el récord no estuvo exento de competencia y, de hecho, solo estuvo vigente durante tres meses y medio. El 5 de agosto de 1902, también en Francia, el adinerado hombre de negocios estadounidense, William K. Vanderbilt, batió el récord de velocidad con un Mors al alcanzar los 122 km/h, siendo además el primero en registrar el récord de velocidad con un vehículo con un motor de combustión interna. Hasta entonces, solo habían sido récords de vehículos eléctricos o de vapor. En noviembre de 1902 se batió el récord dos veces: ambos en Francia y ambos establecidos por pilotos franceses, uno por Henri Fournier y el otro por Maurice Augières días más tarde.
William K. Vanderbilt fue el primero en batir el récord de velocidad que estableció Léon Serpollet (Creative Commons)
En definitiva, el intento de récord de velocidad de Léon Serpollet en 1902 es un ejemplo emblemático de cómo la pasión por la velocidad y la innovación puede llevar a logros extraordinarios. Su éxito no solo abrió la puerta a nuevas posibilidades en el ámbito del automovilismo, sino que también inspiró a futuras generaciones a desafiar los límites de la tecnología y a buscar la excelencia en sus respectivas disciplinas. Léon Serpollet no se conformaba con los récords de velocidad en tierra, también algunos de sus vehículos de vapor corrieron en carreras icónicas de la época como la París-Madrid de 1903.

Por desgracia, Léon Serpollet murió en 1907 como víctima de un cáncer a la edad de 48 años, justo después de ser nombrado miembro de la Academia de Deportes de Francia. Pese a dejarnos pronto, alcanzó la inmortalidad de varias maneras, haciendo que más de 100 años después, los entusiastas del motor sigamos dando voz a su legado.
